3 mar 2009

el lector

Un nombre es verdad siempre.
Una voz es siempre el arduo camino
que la palabra traza sobre el alma.
Escribo. Mi intuición llena la noche
de humano sentido, de tristeza tenue.
Sé que esto es el olvido.
Sé que hay alguien ahí, lejos, más allá
de la ciencia oscura del poema;
alguien que ignora que estoy vivo,
que no sabrá nunca en su secreto
cuán desesperadamente sueño, todavía,
con hallar a ese alguien en mis versos.
Como si se tratara de mí mismo,
trato de adivinar su nombre,
de resolver el dilema de sentir
su ancestral dolor en mi silencio
o mi tibieza gris en sus olvidos.
Trato de confundir mi nombre
con el suyo, trato de entender por qué
ese alguien sentirá lejos de mí
lo que yo no sé sentir frente al espejo.