16 mar 2009

de todos los posibles finales

Aférrate a la luz cifrada en sus pupilas,
escúchate arder en las negras cenizas de la noche,
que nada quede de ningún amor perpetuo,
que nada sobreviva a la pasión, ni al recuerdo.
Ama, hasta que todo lo consuma el tiempo,
hasta que la misma vocación de amar
se convierta en un estorbo ciego para ambos.

Consume así tu corazón, en unas horas.
Y si has de llorar, llora por la muerte,
y por la rabia eterna que mueve este poema,
y por la certera intuición de un adiós fúnebre.
Pero no llores por lo que fue,
ni en lo que pudo ser te compadezcas.
No mientras puedas aferrarte a un todavía
o a una ocasión breve como tu propia vida.

Ama. Que no quede en ti rescoldo alguno
de todo lo que ardió contigo al entregarte.
Que nada quede. Ni la carroña. Ni la vida.