10 feb 2009

sísifo

Este quehacer me salva del absurdo.
El ocio que merece la inteligencia
consiste en devorar con tristeza,
entre crímenes calculados y poemas,
la luz que la propia inteligencia engendra.
Así, en este quehacer violento,
forcejeo cada día con las palabras
que dicta un asombroso enemigo.
Pues con su furia implacable, él,
cada día me muestra su otra vida
y algo más sobre la poesía
que tanto me conmueve de los muertos.
He de ser testigo y partícipe
de una salvación más que incierta:
aquella que consiste en saber amar
el rostro verdadero de la culpa,
intranquila expectativa que conduce
al averno inmenso que he creado.
Ha de ser así, hasta que un verso
enmascare mi juicio enajenado,
y me devuelva, entre susurros,
a la página en blanco del principio.