Sé que ahí fuera,
tras las fronteras que rompemos
de un hogar hermético,
fuera, incluso más allá
de la raíz o de la fuente,
un ejército de niños ateridos
combate contra el tiempo
que a todos se nos niega.
Sabes que no hay mañana.
La huella sucesiva del ayer
nos deja la ilusión infantil
de un futuro casi posible,
de una hora que no llega
porque la vida es también esto
que devoramos a ciegas,
y el futuro es la sombra
de una sombra ya muerta.
Sabes que no hay mañana.
Fuiste el niño que luchaba
contra la magnitud extraña,
oscura de las horas venideras.
Alzaste ante ellas tu esperanza.
Y un ejército de iguales
te sigue todavía en la batalla.
Porque la ilusión del tiempo
nos salva de ser héroes,
de ser, incluso, como esas bestias
que mueve la emoción más inmediata.
Victoriosos tomaríamos la vida
si pudiéramos suceder,
como nuestros antepasados,
en lo más fugaz de este presente,
y en la materia infinita del instante
alzar al fin el reino fortuito de la carne.