14 feb 2009

costumbre de vivir

¿Qué podemos darte hoy,
bajo este cruel cielo de ceniza,
divididos entre la razón y el odio,
qué podemos ofrecerte, oh vida,
para sentirte plena con nosotros,
y trazar, así, otra escena en la luz
que huye distorsionada por tus ansias?

Te olvidamos, a ti, intensidad solemne
que traías la inquietud a estos parques
atravesándolos noche tras noche,
noche tras noche despertándonos.
Te olvidamos, hora sin preguntas,
días en los que internarnos,
con extraño ímpetu suicida,
bajo la incesante lluvia
que arrasa la tranquilidad del sueño.

Para sentir la vida,
en el puro acto de existir
había que entrenarse,
como un atleta ambicioso
había que ascender mil veces
la altura de un ancestral vacío,
hasta llenar de oxígeno
el tórax vigoroso de la muerte.

Pero de tanto rozar tu vuelo desbocado,
el corazón se acostumbró a ti,
a la sutil rutina de los amantes,
a la triste promesa de tu vacío.
Oh vida, intensidad solemne,
hora que transitas el dolor y el éxtasis,
de tanto sacrificar el cielo de la tarde,
hemos silenciado todos los caminos
que conducían hasta tus frondosos jardines.