10 dic 2008

No creas que la desesperación,
último de los verdaderos reinos del deseo,
ha venido ahora para conducirme hasta el alba.
Aún restan días de soledad,
de oscura soledad y escarnio,
de silenciosa vergüenza y frío.

La desesperación, estarás de acuerdo,
nos acompaña por algún motivo.

Mientras dura el sentido del dolor,
mientras queramos aguardar el olvido,
la desesperación, vulnerable, impúdica,
se asemeja a un cielo sombrío.
Un cielo que revela esta condición
de náufrago sin un rumbo preciso,
sin un corazón paciente,
sin un pájaro en la noche
que anuncie la verdad del destino.

Y no creas que ha venido
para llevarme hasta ti,
no creas que he aprendido.

Porque, cuando ella acude,
nos acompaña mientras insistimos:
es la impaciencia sagrada
que una hermosa duda engendra
en la fe de quien soñó su destino.