12 nov 2008

Te he querido
entre las calles infinitas
que de noche bifurcan mis pasos
hacia ti, amor, y hacia el único lugar
que aún no hemos habitado.

Y en las primeras reyertas de la madrugada,
y en los hogares de luto,
y en los museos y las grandes oficinas,
la gente a veces se detiene
a observar los restos de nuestro último amor,
porque esa esperanza sirvió de nombre
para las fugitivas imágenes
que muestran lo más lejano de la vida.

Y en las tardes de azul,
y en el tiempo que se perdió esperando,
y en la vasta improvisación de nuestros pecados,
la gente a veces se detiene a observar.
Pero nada hay que emita aquella luz,
pues nada ha de quedar de lo que acabamos,
ni un miserable jirón de niebla,
ni un llanto, ni una última palabra
que pueda remediar lo inexorable.

Al final,
sólo nos quedará el lugar
que aún no hemos habitado.
Entre infinitas callejuelas,
la tierra de nuestro descanso.