28 nov 2008

Ahora ya sé que me desprecias
porque no soy feliz ni perfecto.
Porque estoy enamorado
de una soledad que es sueño,
me desprecias, y lo entiendo:
no soy tan fuerte ni tan sabio
como lo han sido tus ejemplos.

Soy, qué vergüenza,
un soñador terrible que recuerda
tus ojos fijos de entonces,
tus ojos llenos de cosas ideales,
plenos de cotidiana hermosura.
Tus ojos, que siempre supieron mirar la vida,
miraron al amor y lo encontraron dulce.
Y así, en un instante,
te hiciste fuerte como la noche.

Y yo, qué vergüenza,
qué forma de perder el tiempo,
sigo mirando este mundo
igual que si mirara un sombrío espejo:
pues sólo encuentro mi imagen desnuda,
sentenciada por ti, por todos vosotros
a la incomprensión y al silencio.

Amigo, ahora ya puedo decirte
que sé cuanto desprecias mis pensamientos.
Porque, en verdad, poco importa:
ella, que me hace olvidar la vida,
comprende mi soledad y a veces
contempla el mundo desde mis ojos.