6 sept 2008

La nostalgia, ese saber impuro,
melodía desolada, imborrable;
reloj que huyó de lo que fuimos.

Cómo no añorar los juegos que pasaron,
las calles de la infancia,
el tiempo puro en que creer,
el querer infinito que lo cercaba todo,
que dejaba impresa una oración
allí donde el olvido, ese silencio,
tornaba siempre hacia el poema.

Estas horas de lluvia
nos acercan por momentos
al borroso esfuerzo, a la razón
que un día supusimos
el oro ilícito del instante nuevo.
Estas horas de lluvia y ese espejo
nos recuerdan a veces
la dudosa conciencia,
la sospecha inocente
de una felicidad imperfecta.

Así crecimos
hasta alcanzar sintiendo
la fatal memoria de la luz.
Hasta recordar que, hace ya tiempo,
fuimos más de lo que todavía somos.