9 jul 2008

Libros que acaso son calles angostas
frecuentadas por niños insomnes,
libros que fueron invencibles caballos ciegos
capaces de poseer la última primavera,
que contienen la palabra del tiempo
y la flor amarilla de los cementerios
escrita tras un unívoco silencio.

Yo mismo soy el libro que escribieron
mis cómplices nocturnos, los poetas
que leyeron a la sombra del olvido
su propia historia, su insensato futuro.
En sótanos secretos se gesta la palabra,
fábula imposible, nostalgia viva
del hombre que recuerda su destino,
que sabe que su tiempo es una piel desnuda
corrompida por todo lo que sabe a muerte.

Yo mismo soy el libro.
Mi voz guarda los ecos de otras vidas,
he sido testigo del dolor
leyendo un acertijo muy antiguo,
cuando la madrugada encendiera
su luz de oro envejecido.

Sólo espero que algún día
te leas a ti misma en el silencio
que ha dejado en mí lo que he leído.