19 jun 2008

Ahora que tu nombre se adivina
mirando hacia el abismo de tus ojos,
que la fe perdida es un espejo
en el que nada se refleja, nada
salvo ese cuerpo aciago, solo,
dominado por la sombra de otra luna,
piensa que estas horas son un sueño,
el letargo impreciso, la experiencia
de un alma incierta a la deriva
que busca presagiar el próximo naufragio.
Que cada cual busque en sí mismo
la esencia que conforma ese animal sagrado,
la huella de su dios en lo más hondo,
que al final del túnel, donde la vida es esto,
la ciencia más humana
es soñar el verso en el que aflora
el sentido más vital, el caos más hermoso:
la inercia clara de existir pese a la muerte,
el viejo arte de amar estando solo.