25 abr 2008

Soy el tiempo que merodea febrilmente
por los negros pasillos de la noche.
Fuerza pura que supera al sueño,
mi nombre es el secreto que describe
la ciencia aciaga del olvido.

Conozco la verdad de la inocencia,
mas no la digo porque entiendo
que la niñez es un pájaro aterido
que no sabe volar en mi presencia.

También la juventud,
ese claro cántaro de fuego,
está sujeta a mis caprichos.
Soy la sombra que ciega su horizonte,
que la aleja, cada día,
de la simple gracia que pretende.
No sabe que el saber es privilegio
de esos viejos azorados
que urden sus mentiras bajo el cielo.
Son ellos, los olvidados,
los únicos que entienden
que la vida ya vivida
es la única que cuenta.
Pues el pasado inalterable,
no el futuro,
es el único dominio lícito
que los hombres aún abarcan
cuando el corazón fracasa
y la vida se extingue lentamente.