6 feb 2008

Un día como hoy
dejaremos de ser niños.
El juego que hoy jugamos
es aún pretexto de inocencias,
pretexto que nos fuerza,
sin ser niños, a ser parte
de un amor sin rumbo,
errante como el cuerpo
que busca su presencia,
su tesón, su brillo.

El amor es paciencia.
Este juego de huellas,
de límites sin norma,
de caminos fugacísimos
sólo nos ofrece un tiempo
en que repetir un acertijo
por cuyas letras bailan
desnudos los temores
de puro frío compartido.

El amor es paciencia.
Despacio, muy despacio,
cuestionemos sus leyes
para rendir cuentas con la vida
que jamás hemos vivido.