2 feb 2008

Parece que otra vez he necesitado la ayuda de mi lejana musa.
Gracias otra vez, soñadora, por esta hermosa forma de encontrar la salida...



Esta soledad de antes fue
tantas veces consumada,
tantas veces entregada a los muertos,
tantas veces desconsolada.

Esta soledad de antes
que tú arropas cada día.
Esta soledad de antes
no es mi soledad de ahora.
Esta soledad de antes te aguarda todavía
en las encrucijadas solares de la tarde,
en las avenidas recorridas por el ruido,
en los atardeceres que no he visto,
en los muros desolados,
en los azarosos caminos solitarios
que tú nunca conociste.

Mi soledad, la de antes,
no necesitó de nadie
hasta que tal vez necesitaste
un poco de mi voz o de esperanza.

Sin embargo,
mi soledad de ahora
te necesita más que eso.
Te necesita más que a los amigos
que de algún modo hemos perdido
al no saber reconocerlos.

Mi soledad, la de ahora,
recuerda soñolienta a cada rato
que hace un tiempo era infinita,
que deambulaba recelosa
en busca de un principio sin preguntas
ni gélidos abismos.

Si aguardas otro día,
y mi soledad de antes
cae y se parece a la de ahora,
entonces, mi propósito de amarte
se parecerá a tu lejana voz triste y solitaria;
esa que susurra una verdad
cuando la verdad es un puente
que une soledades.