22 ene 2008

Quisiera replicarte los silencios,
la duda que se fija en esta ausencia tuya
y el verbo agarrotado como un puño
que esconde fatalmente
lo cierto y lo posible,
y acaso su contrario.

Quisiera merecerte como un niño.
Abrir, diez veces por semana,
el pálpito secreto y la ternura,
el tacto mineral y la hojarasca.
El cielo de la infancia -su recuerdo-
el ojo que se centra en lo que nace,
igual que la verdad se observa a veces
como ese sueño ajeno
de rasgos milenarios.

Amor, sé que fueron solamente pocos días
en brazos de un presente extraordinario.
Sé que fueron las palabras una vida,
el cielo un escenario
y la ciudad, amor, fue poesía:
poesía callada enfrentada a tus labios.

Pero creo, sinceramente creo,
que en tus manos amanecen pensamientos
acaso divididos como cálculos extraños.
Acaso me has pensado
como se piensa el futuro,
y acaso ese futuro
será otro y estrellado.

Realmente no sé nada:
me he precipitado.
Son pocos días, amor…
Mas yo no sé medir el tiempo.
El tiempo no puede calcularse así:
como horas que pasan lentamente
en busca de un futuro preparado.

El tiempo no puede ser medido
por lo que todavía no ha pasado.

Me he precipitado.