31 ene 2008

Ahora
tengo una fe antigua en la palabra,
un convencimiento raso, un recuerdo
de lo que debe ser escrito.
Tengo fe en la palabra
porque sé que tú me escuchas
cuando la verdad naufraga
y el verbo de los sueños
-ese que nace para morir
y muere para creer,
porque cree para vivir-
acaso nos explique a ambos,
aunque siempre naufraguemos
amando en sendos horizontes.

Me escuchas aunque calle,
porque callar no es sólo aquel silencio
que oculta las ventanas, porque callar
es la forma que tengo de esperarte,
de proseguir tenaz como los días
con esta forma de llamarte
que sólo entenderán
las estrellas y tus manos,
tus manos y mi sombra,
pero nunca los olvidos
que caen como el peso de la nada
al tiempo de los míos.

Nunca los olvidos
fueron para mí memoria
de un pensamiento igual de claro:
aunque todo pase
y yo te olvide,
y tú no pienses que te amo
siempre quedarán los versos,
el pan recién cortado
que, juntos,
le ofrecimos a la muerte
amando.