31 dic 2007

Un día me preguntarás,
tal vez mañana temprano
-incluso antes de entenderme-
por qué creeré firmemente,
aunque pasen los años,
en tu tristeza desnuda.

Por qué te hablo desde la noche
en busca de una clara respuesta
cada vez más oscura.
Por qué te quiero incondicionalmente
cada vez que aflora el llanto
desde la oquedad de tu vientre.

La razón es sencilla:
presta atención a la gente.
Verás que no hay nadie en el mundo
que sea capaz de fingir
el modo en que todo se pierde,
ni el ruido infinito del tiempo,
ni la sombra que todo lo puede.

Verás que algunos se ofrecen,
a fin de evadirse mintiendo,
a ganar la alegría que otros
abarcan desde un hondo secreto.

Mas la tristeza nos lleva a lo cierto,
a la verdad simple y última
de no poder guarecernos
en nuestro propio silencio.

La tristeza no puede fingirse.
Por más que esta otorgue
un sentido completo
a la verdad de estar vivo,
nadie sabría, ni querría fingir
el mal que nos hace imperfectos.