15 dic 2007

Tal vez me buscabas desnuda,
como yo a mi sombra buscaba
desnudo entre la multitud despavorida.
Tal vez tu sombra callada ha arrastrado
el peso invisible, la huella olvidada
de un segundo infinito,
de una estancia en la nada.
Tal vez y sólo tal vez,
aún quede otra forma sencilla
de atar el calor de mi sangre
al frío temblor de tu silencio mudo:
esa triste guarida, sombra anegada
tras los ruidos secretos
del alma que ha huido.

Sólo tal vez, porque un día,
un solsticio cualquiera,
una aurora distante
acalló la tenue voz del poema
dejando apenas la duda de un todo,
una página en blanco,
una herrumbre de luz intranquila
que se bifurcará despacio
en las lluvias del tiempo.

Tal vez. Y digo tal vez.
Porque los grises recodos,
pasos tardíos, ecos errantes,
que muestra este verbo angustiado,
esconden también tras su fondo
mi triste guarida, mi voz anegada:
la desolada memoria del llanto.