13 dic 2007

No sé cómo el amor, ese destello,
se borra de nosotros, los voraces;
apenas una esquina, un vericueto,
nos tuerce los silencios,
robándonos las paces.
Tampoco sé cómo la sangre
altera derrota por derrota,
ni besos rotos en la tarde.
Los nombres claves:
el dolor,
la falsa hora,
el nuevo viaje.
No sé si vengo de la sombra,
ese elemento oculto en el poema
que calla lo que sabe,
que sabe y nos controla
desde tus blandos pasos de amapola
hasta la curva abierta de mi espalda.
Así pues, me limito a decir
con incierta saña enamorada:
este es nuestro amor,
bailemos al ritmo de sus horas.
Su tibia sangre empapa
los rojos horizontes
de roja sombra consumada.

Gracias, mi lejana musa, por las correciones y por todo lo demás...