13 dic 2007








Hace tiempo –quizás años-
que escondo en mis valijas
el naipe extraviado
de cierta partida imposible.
Jugué, como corresponde al aciago,
el mal juego que el destino
le reserva a quienes han perdido
la razón de sus pasos.
El azar, compañero maldito, tirano
que rara vez entibia los anhelos
del hombre encolerizado,
observó en mis cartas el signo
trazado de mi ancestral fracaso.
Como corresponde al aciago,
presenté con calma una excusa.
La razón, perdida de antemano,
atribuí a un falso cansancio:
- he de irme. Para mí es tarde…
Y el amor no sabe de retrasos.

Sé, como corresponde al jugador insano,
que la partida debe decidirse despacio,
descartando el último naipe marcado.
El naipe extraviado que algún día
el destino y la mentira
querrán jugarse conmigo
para concluir su fatal llamado.