8 nov 2007

Y todavía, a ratos me aleja con su juicio
de la tarde sitiada por espejos que aúllan.
A ratos pienso, cavilo entre inocencias
el rito fugaz que la palabra empieza,
cuando ella me detiene ante la noche
y me llama a contemplar un cielo antiguo.
No supe nunca cómo, mas me urge
reconducir el orden de la fábula
que hace realidad lo que tememos.
La vasta flor del sueño me seduce
con una eterna madrugada en vela.
Con la vaga sensación constante,
cotidiana e íntima sospecha,
de no haber sido nunca de ella.