28 oct 2007

¿Y así, quién soy yo para hablar de la noche,
para interponerme entre la verdad y la sombra;
quién, si en la sombra estará escrita
la verdad de todo cuanto muere al pronunciarse?

Si la noche se repite y alberga una creencia fija,
son estos ecos raíz indescifrable de mi nombre.
Porque tú, que acaso lloras cada día,
contemplas todavía las noches no resueltas,
y preguntas sin palabras por nosotros...
y una nave que se aleja te responde...
mis palabras se confunden a menudo con la nada,
describiendo siempre el aciago círculo
que comprende en estos casos el regreso.

Si en cualquier día te hablara de la noche,
ahondaría en los lúgubres festejos de la tarde
que anunciara la caída miserable de los astros.
Me mantendría en las ventanas quietas
imitando a la muerte en los espejos,
y lloraría el grito y la ceniza de lugares
arrasados por la luz de una palabra.

No. No quiero pensar más en la noche.
Me deshago de todos mis silencios,
ya que quiero procurarte otras auroras
que no traigan en su instante escrito
el triste signo de un final inevitable.