19 oct 2007

Pregunto qué será la nobleza de los hombres:
cantarle a la fuerza incesante de los días,
o llevar la tristeza escrita en la palabra
como una herida inexorable,
que cimiente el paso de las horas.

Porque morimos a fuerza de callarnos
el tiempo es el puño que recoge
los frutos que guardáramos del hambre.

Y así la vida pende, como otro fruto inútil,
que sostienen los hilos invisibles de la aurora.

Quien lleva escrita la tristeza en la palabra
desnuda lentamente su ánimo en silencio,
ofrece sólo la verdad de su momento
hasta que de éste no puede quedar nada.

Cantarle a la fuerza incesante de los días,
conlleva amaestrar lo inexorable; y así,
pese al canto o la locura, sonreír toda la noche,
cantando a lo imposible de un deseo inexplicable.

Llevar la tristeza escrita en la palabra.
Llevar la sombra inherente a cualquier momento,
escrita en la voz, como un hecho casual,
que nadie pueda llegar a comprender completamente.
Y sin embargo,
divisar acaso la paciencia natural
para amar sin comprender;
para amar lo que no ha podido comprenderse
tan fácilmente.

Ha de ser esa la nobleza de los hombres…
amar sin juicio alguno.
Llorar tristes palabras.
Vivir, pasado ya el momento,
la vida como algo inestimable.