26 sept 2007

Y tú me preguntas si viví en la oscuridad,
la misma oscuridad solemne que conforta,
que recae sobre el fondo velado de las cosas.
Acaso no sabes que en tu nombre,
contuve, impasible, la tristeza,
hasta observar un mundo dividido
por la eterna herida del crepúsculo.
En tu nombre presencié un día
el augurio solitario de la noche;
ya que así quise saberte escrita
como una inmensa sombra fija,
sombra sobre todos los azares.

Me preguntas si he visto oscuridades,
porque no sabes qué veo al contemplarte.

La noche entreabre las manos del amor,
para que tú puedas aferrarte a sus jardines;
y en tales juegos se adivina, igual de oscura,
la raíz tardía de ese sentimiento extraño
que vincula la verdad al sufrimiento.

Ay de esta pasión que nace
para llevarse las palabras indecibles
hasta el poema ciego en que te aguardo…
¡Ay de este atardecer oscuro,
que revela a los hombres su destino,
que confunde la verdad con lo ya dicho!