18 jun 2007

Reflexiones Improbables: Ética y estética







Toda perspectiva es falsa, en tanto que exige de una mirada externa y objetiva. El espectador que contempla la escena es también nosotros, devenidos en conjeturas que devienen otra vez en lo que somos. Contemplar desde fuera no es contemplar, no es posible; salvo para el soñador que cree ser lo que contempla. Y aun para éste está vedado el espacio en que poder reconocerse a través de los ojos de otro. Hasta para aquél que se halle perdido en los rincones más complejos de su propia psique, incluso, para aquél otro que ahonde en los misterios del ser, -en busca de una perdición secreta que le conduzca a evadirse de sí mismo-, la visión de su propio yo está siempre condicionada por su propia visión. El yo es un recinto cerrado, angustioso diría el solipsista. Pero no para nosotros, que a menudo disfrutamos de estos condicionamientos, de este egocentrismo que posibilita nuestra libertad, -no nuestra moral, no nuestro verdadero conocimiento-. Nosotros estamos aferrados a algo de tal modo que llegamos a dudar de si en verdad ese algo existe, ya que algo como el yo sólo es concebible en abstracto; el yo-alma, el yo-interior, el yo-experiencia… ¿qué son para nosotros? ¿No se presenta a menudo la identidad como una impresión poética, como una búsqueda de lo que debería ser una ética que por lo demás no satisface nuestros deseos, ya que nos burla continuamente? Y así es hasta el mismo día en que irrumpimos junto al amanecer con la confianza y alegría de ser lo que somos. Entonces, abatidos los límites, el yo puede optar por su propia existencia, hasta por la decisión lícita de ser otra cosa. Sabiendo que en dicho instante, su naturaleza es tan infinita como incognoscible es la esencia en sí misma.