26 jun 2007

No quiero más tierra que el nombre de tu sombra.
Ni más sombra que aquel humilde recodo vespertino:
sombra sin ti, fatal sombra sin luz,
cifrada todavía en tu silueta oscura.

Eres la materia que hoy vigilo con callada angustia.

Este amor es la borrasca de los siglos,
la muerte concertada de un gallo milenario,
que así llamó a existir la vida tras la aurora
queriendo propiciar múltiples destinos.

Materia somos. Pero materia al fin y al cabo.
Materia alumbrada por un tiempo ya perdido.
Y en infinitas variaciones caminamos,
por senderos obligados que regresan al principio.

No quiero más sombras que las sombras de tu noche.

Templados por recíprocas miradas,
albergamos en la suma de nosotros
una gota que rebasa la esencia de lo vivo.