26 may 2007

Me remito a una sociedad víctima de sí misma.
A una sociedad que baila en las cornisas del odio…
porque muere condenada, en presencia del verdugo.
Porque pospone su salvación irremediablemente.
Es este un tiempo de flores premonitorias
que hieden el aroma incauto de la lujosa pesadilla,
de oraciones perdidas en el cielo absoluto,
que invitan a olvidar las formas ya sabidas del asombro.

Por la vertiente ocre de un río violento,
los puentes posibles son meras palabras.
Palabras que han de actuar desde la nada.
Para trocar el corazón en mera lluvia
o asesinar, ya para siempre,
la voz de la esperanza adormecida.