13 may 2007

Descubro por primera vez el día.
Corroboro su luz domesticada,
el ámbito profundo de sus leyes.
Doy fe de sus renuncias imposibles.
Mis ojos intactos acarician su ternura
acallando el nombre inmerecido de la sombra.
Dibujo en sus orillas lo infinito,
lo difícil de cualquier contienda,
que tenga, voraz e irremediable,
la cifra del día contenida en su horizonte.
Me entrego a su inocencia como un niño,
vuelvo a acechar tras sus bordes el futuro
que no puede llegar más que otro día.

Si nunca fui yo mismo,
si busqué el destierro en el silencio
fue para llenarme de días como éste,
en los que la luz alberga sus razones
para darme un cometido.
Demuestra que estoy vivo este cansancio,
este día intercalado en la nada sucesiva
demuestra que hay luz en el olvido,
que algo ha de morir si así revela
el tiempo inestimable que nos queda.