19 feb 2007

Perdido en silencio tras noches arrasadas,
interrogando al dios único de la decepción,
niego convencido, ante la vida, haber vivido
del mismo modo que vive el creador.
Todo lo que soy lo debo a azares improbables,
sucesiones inconcebibles de caóticos detalles
que alumbrasen, hace ya tanto tiempo,
la esencia esperanzada de un comienzo.
De lo que pienso también aprendí a negar
aquello que vaticinase el fin de una promesa.
A mi trivial empresa entregué la fuerza,
el tesón que podría dedicar a la felicidad
empleado está en explicar la tristeza.