28 ene 2007

Porque el olvido, al final, es también nada,
su antesala, el triste preludio de la total partida
será más amargo que los pasos ya de olvido.
Saber que habrá un final,
que no estaré, si vives en canciones,
que tus sueños contendrán el natural azul
de una ausencia más indefinida que la noche.
No depositar la rosa del silencio en tus cabellos,
prescindir de tus hábitos en el impreciso instante
en que debe el corazón conmoverse por principio.

Saber que habrá olvido es más terrible.
Que no estés sólo es otra ley,
otro ardid en la ciencia de estar vivo.

Aún así, cuando mire hacia los parques,
cuando vea pasar muertos extranjeros,
nubes arrasadas, pájaros hambrientos,
cuando mire hacia las noches venideras
y las noches venideras acaso sean como antes,
puede que renazca desde el polvo tu recuerdo.

Y entonces pensaré, acaso pensaré,
que tú también has recordado.
Pues caprichos de la sombra somos.
Y que al hacerlo habrás creído,
habrás pensado, acaso habrás pensado,
que yo también he recordado,
que yo también he comprendido, contigo
desde la fría antesala del olvido.