18 ene 2007

El agua nos impone su práctica vital
de pacientes resultados mágicos.
Cada variación de su forma corresponde
a un movimiento fortuito del entorno,
respuesta primigenia, que como todo azar,
debe su intención al infinito mecanismo
que varía al respirar el poder del universo
Su disciplina consiste, no sólo en aunar,
maternalmente, la conciencia y lo pretérito.
También en dominar su fuerza ingobernable,
reside el constante y necesario aprendizaje
que el hombre corrobora sin proceder con éxito.

Pues el agua, la emoción inestable
vertida difícilmente sobre el mundo,
cambia también con la sola intención
de quien a voluntad trata de cambiarla.

Para el que busca dominarla, torna en éste
témpano que obedece a la muerte sin premisas.

Para el que hace de ella una experiencia,
el agua se evapora gracias al obsceno calor
de la total insurgencia.
No obstante,
quien sólo la contempla sin pensarla,
sin tratar de hallar en ella ningún uso,
halla en ella la propia inmanencia reflejada
por gracia de lo que en verdad no puede verse.