6 nov 2006


Hay en mi soledad una sospecha que aguarda.
Una sensación de algo más,
de gente a mi alrededor buscando la luna.
Un extraño dormitar entre estatuas insomnes
que respiran inconscientemente el amor,
aniquilándolo en un juego egoísta.
Hay en mi soledad un cadáver solitario
que se conforma con sentir la lluvia en sus manos,
con enterrar el rostro entre sus propias manos
para saberse culpable del mundo que le implica.
Hay en mi soledad un corazón anestesiado
luchando por continuar abierto al pulso común,
a la inevitable vocación de soñar el futuro soñado.
Este corazón, me digo, este corazón ignora
cuanta sangre puede bombear una sonrisa,
cuanta sangre puede derramar el anhelo
de una sola palabra nacida del aire.