20 nov 2006

1


Contemplar el tenue límite que aunase razón y vida,
entender el sentido del acto que forja la emoción.
Recorrer a solas los jardines donde el hombre
es un claro manantial que crea enigmas para el corazón.
Mas para ello, dejar de ser partícipe por un tiempo,
aunque de niños fuésemos perfectos jugadores inconscientes.
Jugadores risueños, artífices de una compleja partida vital
trazada sólo para abarcar la plenitud inmediata.



2


Pues si el juego es la vida y el azar el destino,
si el sentimiento es el arte que da paso a sus interrogantes,
el hombre deberá dejar de ser niño y ser hombre
cuando se pregunte qué le lleva a sopesar su situación.
Pues si el niño participa mientras el adulto contempla,
el niño respira, mientras el adulto piensa.