6 oct 2006


Tratando de definir el eje trágico de nuestros días,
dices haber visto lunas más altas.
Altas primaveras, altos pensamientos.
Altas formas de equidistar entre lo malo y lo bueno.
Tratando de explicar el fin de todas nuestras leyes,
hablas de obligaciones y derechos.
Hablas cabalmente de lo que no entendemos.

¿Cómo explicarte, amigo, lo que diariamente perdemos?
¿Cómo imponerte su guadaña de hastío,
su tornasol de muerte, su fácil escarmiento?
Crecemos a fuerza de olvidar nuestros sueños.
Crecemos o vivimos sin estar en lo cierto.
Por temor a estar locos callamos las verdades
que sepamos todavía nadie ha resuelto.
Los problemas consabidos al mirarnos de frente,
urden sus equívocos, sus razones solemnes.
Busca tras los ojos de cualquiera, sabrás lo que digo.
Mira fijamente: no hay nada dentro.

¿Sabrías discernir entre amor y comienzo,
sin que parezca que el tiempo es un ángel sin vuelo,
un ángel de rabia que maldice en silencio al hombre despierto?
Mira fijamente: no hay nada dentro.
El hombre es una espiga al viento cuya raíz es mentira,
incluso cuando la tierra le observa, es mentira su sueño.
El hombre permanece callado porque nada merece el esfuerzo,
nada dirá que vaya en contra todos,
por más que todos estén en contra del mismo suceso.
¿Cómo decirte sin que parezca que miento?
¿Cómo explicarte lo que los siglos han hecho?

Amigo, mira fijamente: nunca; nunca nos conoceremos.
Hemos venido a buscar lo que tan sólo existe en sueños.