3 oct 2006


¿Quién vive, después del marasmo cotidiano,
envuelto todavía en sedas luminosas?
¿Quién, si no hay más sueños que soñar,
concibe de otro modo la existencia?
Piensa corazón, piensa…
Pues los inútiles fragmentos que atesoras
no sumarán la verdad al nuevo sol que se avecina.
Hollarás la misma tierra una, dos... cien veces;
sin que tu paso sea igual al del niño enemistado
con la incierta realidad que le rodea.
Asumirás, acaso asumirás, el miedo ajeno como propio.
Mas desde tus vísceras comprenderás el miedo verdadero,
miedo que negarás o supondrás pequeño.
Luego el valor, la fuente redentora de todos los ocasos,
te mirará algún día frente a frente.
Si eres fuerte, devuelve convencido la mirada:
escucha y retorna en lo posible a la inocencia.
Si ya está sellado el viaje e imposible te resulta una sonrisa,
aguarda otra ocasión: el día señalado será el día siguiente.

Piensa corazón, piensa…
¿Quién vive sin padecer aquello que le engrandece?
¿Quién, después de tratar con el sombrío agravio,
no pernocta, ni siquiera un día, bajo techo de la cobardía?