8 oct 2006

Para Alfonso,
que se ha dejado llevar por la tristeza
y no sé si debería darle a leer este poema.


El rostro esculpido por el exceso y el cansancio
la voz sujeta por la angustia del silencio
la ciudad, imperfecta, ignorando el nombre de todos
los muertos acallados por el tiempo.
La heroína ha dejado en su sangre
no sé qué vasta predilección por el olvido
la noche, en sus ojos, aguarda una respuesta
pero tú no sabes pronunciarla
y eso es todo.

Si esta noche un lobo husmea tu sombra
estarás solo, como el más hambriento poeta,
ante las mismísimas puertas del infierno
y allí cabalgarás en aras de la terrible felicidad
que para ti reservaran los otros condenados.

Sueño, sí, sueño que para ti quisieron
los que no te conocían aún sabiendo
el nombre que le diste a tu conciencia.
Sueño, sí,
pero ligero.

El hombre es sangre de pies a cabeza
y jamás olvida la respuesta
por la que se le dio la vida.
Tú no has olvidado, escucha,
la voz que sufre dentro
recordará siempre el nombre que eligieras.
Pues el verdadero lamento
se nutre de violentos ascensos
a un sórdido cielo vacío
del que nadie es deudor eterno.