21 sept 2006





Cuando llores tú también desde la rabia
embebido en esa hora absurda del delirio,
contén lentamente algunas lágrimas,
no liberes por completo con el llanto entero
todo el peso de esa fuerza irrefrenable.
Fuerza por la que tú también te sabes imperfecto
y sin embargo esparces tal semilla sobre el sueño.
Guarda algo de ese mal contrario a la inocencia,
para caminar tras de las promesas no cumplidas
surgidas del sentir cuando nada es lo que parece.
Guarda algo para demostrar quien eres
cuando llores tú también desde la rabia.
Continua luego y siempre
construyendo el quehacer de todo instante,
hasta que la caída de una hoja vaticine
nuevamente la hora de tu sangre.

Llora entonces como sólo en el dolor se llora.

E intenta recordar, que antes de sufrir,
el alma ignora lo que otros comprendieran al abrir
su triste intimidad al juicio de una mirada alucinada.
Algo de ti, de lo que fueras un día y un día dispusieras
entremezclar con la sombra y el fuego nocturno;
algo de ti, de lo que fueras, renacerá del llanto
que la rabia engendra para engendrar más rabia.

Algo de lo que eres quedará en el palpitar
más hondo de la rabia que siempre contuvieras.