31 may 2006


Ni el suave destello de la muerte en tus ojos,
ni la duda que viaja en el vacío temprano.
Nada me alejará más de la vida.
Ni los ángeles curiosos, ofreciéndome el mundo,
ni los terribles reflejos de un sueño poderoso.
Nadie verá en mi mente esa luz prohibida:
la secreta alegría de amar la tristeza
que me diera poder sobre noches baldías,
llevándome, en silencio, hacia la raíz del otoño.

Todos los colores tornan poesía.